Era un hombre curtido, muy ladino e inteligente. Dos eran las virtudes que lo hacían famoso: contar mentiras y conocer de aguacates. De hecho, todos o casi todos los aguacates conocidos en Sabinas habían sido bautizados por él: el Cuervo, negro, lustroso y alargado; el Molina, negro también, pero muy gordo, de mucha carne, como el muchacho a quien llamaban así y que fácilmente pesaba 150 kilos