El aire frío acaricia los rostros de los norieguenses que salen todas las mañanas a realizar sus quehaceres. Los estudiantes de diversas edades corren presurosos hacia las escuelas donde los maestros ya los esperan anotando algunos números en el pizarrón. Poco a poco los banquitos de madera recién construidos con cargo al erario municipal se van llenando con los niños y niñas que van a abrevar el conocimiento que les servirá en su vida adulta. Los salones de clases se van llenando, primero con la algarabía propia del momento que poco a poco se va acallando ante la mirada adusta del joven mentor. Como es lunes, salen a rendirle los honores a la bandera.