A cada capillita se le llega su fiestecita, como cualquier joven de su edad, cuando frisaba los 23 años, a Gonzalitos que se alborota la hormona y se enamora de una joven que estaba de muy buen ver y mejor tocar. La muchacha agraciada es Carmen Arredondo, con quien la madre naturaleza había sido muy caritativa con ella, pues tenía cinturita de avispa, cabellera bruna, ojos golondrinos, rostro redondo, palidillo como membrillo de Saltillo, sus pechos como cántaros de miel, se meneaba al caminar como los barcos en altamar. Carmen le había absorbido los sesos y los tuétanos a Gonzalitos, quien le dijo que solo de ella estaba enamorado, que sus ojos como dos luceros le habían fascinado.