Nuestro pueblo, Hualahuises, Nuevo León, cuenta con personajes con los que la historia tiene una gran deuda: me refiero en esta ocasión a quienes se dedicaban al oficio de la peluquería, en realidad eran grandes artistas para el arreglo del cabello, la barba y el bigote. Muchos de ellos tenían en sus negocios la visita de parroquianos que iban con la finalidad de enterarse de los acontecimientos políticos, económicos y sociales sucedidos en nuestra comunidad, es importante destacar que el peluquero estaba considerado como el hombre más actualizado, ya que atendía en su negocio al alcalde, a los regidores, al comandante, al sacerdote, a los ministros de cultos religiosos, a los artesanos, campesinos, obreros, maestros, en fin, a todos los pobladores y en el lapso en que realizaba su trabajo, lo combinaba con la plática amena que daba lugar a que sus clientes lo empaparan de todas las “noticias” y esto le servía para que con los clientes posteriores, él iría enriqueciendo los comentarios, convirtiéndose estos lugares en lo que hoy llamaríamos una oficina de comunicación social, donde muchas de las noticias o rumores se originaban en la silla de estos famosos peluqueros.