Era diciembre de 1994 cuando papá se fue de casa, viste cómo mamá cerraba sus ojos sin llorar, mientras apretaba tiernamente sus mejillas de miel. Te has hecho un hombre a los ocho años, te has hecho un hombre que aún tiene videojuegos. Despiertas a las seis de la mañana, con el recuerdo de la última carrera que has ganado con un deportivo rojo, la pelea callejera donde te salía un
fuego azul de entre las manos y el incomparable mundo de fontaneros, monedas y hongos. Ya eres un hombre, quien ayuda a mamá y a sus hermanos menores a ir y venir de la escuela.