La mayor prueba de que, muchas veces, en la historia no progresamos, sino que más bien retrocedemos, es el remake de Mirada de mujer (Antonio Serrano Argüelles, 1997). Una telenovela que en su versión original mostró de manera magistral –en el horario telenovelero de la televisión mexicana–, las dificultades que enfrenta una mujer de clase alta, casada y madre de familia que se aleja de la belleza hegemónica asociada con la juventud y que, tras 27 años de matrimonio, es abandona por su esposo. No pretendo darle la más mínima difusión a la nueva versión, ni mucho menos a su nefando reparto. Más bien, busco aprovechar lo único rescatable que puede ofrecer un remake: la oportunidad de recordar lo bueno que fueron, en algunos casos, las épocas pasadas.