La vida es una experiencia hasta morir: única, larga y compleja. Vivir nos implica una constante interacción con las condiciones que nos rodean, pero, como si participáramos en la corriente de agua que fluye en un río, muchas veces experimentamos la vida como un abrumador suceso de salpicaduras e impresiones de realidad que no logran significar algo en el todo de nuestra existencia. Encontrar significado en nuestra vida depende de qué tanto observemos, sintamos y hagamos relación con aquello que nos rodea; pero, en especial, de nuestra capacidad para expresar aquello que percibimos en nuestra singularidad.