Cuando era niño, y más tarde en la adolescencia, me pasaba los veranos en el río Sabinas, desde el amanecer hasta ya metido el sol. Todos los charcos, desde la Turbina hasta el de tía Treja me eran familiares: el charco del Lobo, el del doctor Loyola, la presa de los vecinos, los Nueve Sabinos, las Paralelas, el charco Largo, las Peñitas y las Palomas.