A finales del siglo XIX y principios del XX, el mundo enfrentó difíciles problemáticas; por una parte, la burguesía se afianzó en el poder tanto económico como político, de tal manera que, en ésta etapa, los países más ricos de Europa acumularon riquezas suficientes que les permitieron poner en práctica sus fines expansionistas e imperialistas. Inglaterra, Francia y Alemania lograron controlar la mayor parte de los territorios en varias regiones del mundo, principalmente en África y Asia, provocando con ello una gran rivalidad que culminó en el estallido de la Primera Guerra Mundial.