Cuauhtémoc Zamudio y quien esto escribe tenemos algunos rasgos en común, pues ambos dimos muestra de la profesión que seguiríamos desde temprana edad, al jugar con lodo en el patio de nuestras respectivas
casas, él modelando sus primeras figuras de barro y yo haciendo casas y puentes; el destino, el tiempo y el estudio nos convertirían, a él en un desatacado escultor; a mí, en un arquitecto; ambos contaríamos con el apoyo y compañía por muchos años de nuestras respectivas madres. Un tercer rasgo común, lo ha constituido la fauna, ese reino animal tan querido y respetado por ambos.